La vida de aquel hombre se había
desarrollado entre la lucha por la supervivencia económica, la familia en toda
su complejidad, una pasajera afición política y la decadencia
física. Una vida difícil y corriente a la vez, pero sin capacidades especiales, y pronto se verá por qué lo digo.
La esposa, y cuidadora a tiempo
completo, tenía una hermana mayor, frisaba los ochenta y vivía en otra
ciudad, a unos 400Km. Las dos hermanas mantenían buena relación, pero sólo telefónica.
A ninguna le era fácil desplazarse: a la una, por la situación del marido; a la
otra, por una enfermedad degenerativa en los huesos, bastante dolorosa.
Un día llegó la llamada telefónica que
anunciaba la muerte de ésta. A su hermana le afectó mucho y bien hubiera
querido ir al entierro, pero la distancia era grande y eso suponía dejar al
marido, cosa que no quería hacer.
Habló con él, le explicó que, aunque deseaba
ir donde la familia de su hermana, había decidido no ir, pero que sentía mucha
pena por ella y por lo mal que lo había pasado los últimos años. El marido la
escuchó con su mirada acuosa, callada, lenta, y al final habló.
— No te
has de preocupar de nada. Tu hermana está bien.
—¿Y tú qué sabes?- lo dijo casi
sin mirarle, casi sin pensar.
El hombre respondió al momento,
sin la menor duda.
—Porque tu hermana está aquí,
ahora, y se la ve muy bien.
Entonces ella ya se desconcertó,
pero quiso saber más. Tal vez su marido no hablaba tan sólo para tenerla contenta, así que le pidió que
se explicara, que le diera detalles de lo que decía haber visto.
— Tu hermana parece más joven. Y lleva un vestido
estampado,
marrón,
muy bonito.
No hubo más. Pasaron un par de días y
tras el entierro la mujer llamó a sus sobrinas para saber cómo estaban y cómo
había ido el funeral . En un momento de la conversación, recordó
la supuesta visión de su marido, y sin anticipar nada les preguntó cómo la
habían vestido.
— Con un
vestido estampado, marrón. Estaba muy bonita.
El hombre falleció hará unos diez
años. Le conocí bastante, aunque
nunca me habló de esta historia. Creo que para él no tuvo mucha importancia. Su
esposa, que aún vive, y la hija de ambos me la contaron.
Nunca antes había visto él nada igual , ni hablado como lo hizo aquel día.
Nunca antes había visto él nada igual , ni hablado como lo hizo aquel día.